Demasiado desorientados, demasiado frágiles.
Con temor de fracturarnos la válvula que regula nuestro mecanismo que alterna entre amor y deseo, entre odio y celos,
con la equívoca convicción de pensar que nos podemos sostener entre pilares inestables que se derrumban ante nuestros pasos,
con la malsana costumbre de querernos hasta la médula y vaciarnos el corazón en cada envite,
con la equívoca convicción de pensar que nos podemos sostener entre pilares inestables que se derrumban ante nuestros pasos,
con la malsana costumbre de querernos hasta la médula y vaciarnos el corazón en cada envite,
así nos herimos.
Seres destructivos.
Seres inconscientes.