8 de julio de 2013

M


Me enamoré perdidamente de ella allá por el verano de 1951, tras descubrirla en la portada de una revista. Esa mirada que me retaba a jugar, a volverme loco cuando aún no tenía muy claro lo que era. Ese cabello rubio oxigenado, tan inusual en aquellos tiempos. Esos labios rojos, intensos, sensuales y provocadores, que siempre habrían besado demasiado poco. Y ese escote, exageradamente prominente, que la censura se encargaba de ocultar, pero que en mi imaginación se revelaba.

Mi madre decía que aquella chica, mi amor platónico, era una golfa y me robaba a hurtadillas los recortes que yo escondía debajo del colchón y, más tarde, por toda la habitación, manoseados de tanta fantasía nocturna. Los más comedidos hablaban de una ausencia de decoro que no se podía consentir, pero aún recuerdo a más de uno con la mirada fija en esa mujer exuberante.

En 1956 se casó en terceras nupcias con un dramaturgo famoso. Deseé que fuera verdaderamente feliz, tan feliz como yo la hacía en mis sueños.



4 comentarios:

Charly Hell dijo...

Que bonito <3

Y que mujer.... asih...

Besiños.

Unknown dijo...

No creo que nadie te lo haya robado sigue siendo tuyo. Un beso.

Mónica dijo...

Me encanta lo que has escrito.
Me encanta Marilyn.

¡Mua!

Verónica dijo...

No me extraña porque mujer... me quedo leyendote pegada a mi taza de cafe...

besos

pd. te dejo una taza de cafe en mi rincon...